Diabetes millitus
Clasificación de la Diabetes Mellitus
I. Diabetes de tipo 1 (destrucción de las células beta, que habitualmente provoca déficit absoluto de insulina)
B. Idiopática
II. Diabetes de tipo 2 (varía entre resistencia a la insulina predominante con déficit relativo de insulina y defecto secretor de insulina predominante con resistencia a la insulina)
III. Otros tipos específicos de diabetes
2. Glucocinasa (MODY 2)
3. HNF-1 (MODY 3)
4. Factor promotor de insulina (IPF) 1 (MODY 4)
5. HNF-1 (MODY 5)
6. NeuroD1 (MODY 6)
7. DNA mitocondrial
8. Conversión de proinsulina o insulina
2. Leprecaunismo
3. Síndrome de Rabson-Mendenhall
4. Síndromes de lipodistrofia
IV. Diabetes gravídica (GDM)
Otros tipos de Diabetes Mellitus
Diabetes gravídica
Epidemiología
La diabetes mellitus tipo II
Por el Dr. Héctor E. Solórzano del Río.Presidente de la Sociedad Médica de Investigaciones Enzimáticas, A.C.
La diabetes mellitus es una enfermedad crónica del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, caracterizada por elevaciones durante el ayuno de los niveles sanguíneos del azúcar (glucosa) y por un riesgo enormemente aumentado de sufrir de problemas cardíacos, embolias, enfermedades renales y pérdida de la función nerviosa. La diabetes puede ocurrir cuando el páncreas no secreta suficiente insulina o si las células del cuerpo se hacen resistentes a la insulina.
Los síntomas típicos de la diabetes son, orinar frecuentemente, una sed excesiva y un apetito exagerado.
La diabetes se divide en 2 categorías principales tipo I y tipo II. La diabetes insulinodependiente o tipo I ocurre más frecuentemente en niños y adolescentes. La diabetes no insulinodependiente o tipo II generalmente inicia después de los 40 años de edad.
Cerca del 90 % de todos los diabéticos pertenece a la diabetes tipo II. Sus niveles de insulina están típicamente elevados indicándonos una pérdida de la sensibilidad a la insulina por las células del cuerpo.
La diabetes no es común en los lugares donde la gente consume una dieta más primitiva (D. Burkitt and H. Trowell, Western Diseases: Their emergence and prevention, Harvard University Press, 1981).
Aunque se sabe que los factores genéticos parecen ser importantes en la susceptibilidad a la diabetes, los factores ambientales se requieren para que se desarrolle la diabetes.
El factor ambiental más importante es una dieta alta en carbohidratos vacíos de fibra. Se sabe que este tipo de dieta induce a la diabetes en los tipos genéticos susceptibles (G Vahouny and D Kritchevsky. Dietary Fiber in Health and disease, Plenum Press, 1982). Se ha demostrado que el porcentaje de calorías de la grasa en la dieta, especialmente la grasa saturada está asociado con la diabetes tipo II, lo mismo que para predecir la conversión de una intolerancia a la glucosa a la diabetes tipo II (J A Marshall, R F Hamman and J Baxter. High fat, low carbohydrate diet and the etiology of non-insulindependent diabetes mellitus: The San Luis Valley Diabetes Study. Am J Epidemiol 134, 1991:590-603).
La obesidad es otro elemento exógeno primordial ya que el 90 % de los pacientes con diabetes no insulinodependiente son obesos ( J B Wyngaarden, L H Smith, and J C Bennett, Cecil Textbook of Medicine, WB Saunders 1992). Aún en los individuos normales, un aumento de peso significativo resulta en intolerancia a los carbohidratos, niveles de insulina más altos e insensibilidad a la insulina en el tejido graso y muscular.
La deficiencia de cromo.- El oligoelemento cromo juega un papel vital en la sensibilidad de las células a la insulina (R Anderson et al, Beneficial effect of chromium for people with Type II diabetes, Diabetes 45, Suppl 2, 1996:124ª/454). El cromo, como un componente crítico del así llamado (FTG) factor de tolerancia a la glucosa funciona como un cofactor en todas las actividades que regulan la insulina.
Si los pacientes diabéticos no toman la responsabilidad de cuidar a su cuerpo, pueden sufrir de complicaciones severas, tanto agudas como crónicas.
Las complicaciones agudas serias son la hipoglicemia, la cetoacidosis diabética y el síndrome hiperosmolar no cetogénico. Ahora bien, las complicaciones crónicas de la diabetes mellitus tipo II son ateroesclerosis, retinopatía diabética, neuropatía diabética, nefropatía diabética y úlceras del pie diabético.
Los pacientes diabéticos deben de ser observados cuidadosamente, particularmente si son insulinodependientes o si sufren de una diabetes relativamente no controlada.
Como ya lo mencioné, la modificación en los hábitos alimenticios es fundamental en el manejo de los pacientes diabéticos. La dieta que yo recomiendo a mis pacientes diabéticos no insulinodependientes es alta en granos integrales, legumbres, verduras y baja en azúcares simples y las grasas.
Los ensayos clínicos de tratamiento nutricional con una dieta primitiva de este tipo ha demostrado consistentemente ser superior en lo que se refiere a sus efectos terapéuticos comparados con los medicamentos hipoglucemiantes orales y la insulina cuando se usan menos de 30 unidades al día (HCR Simpson, RW Simpson, S Lousley, A high carbohydrate leguminous fiber diet improves all aspects of diabetic control, Lancet 1, 1981:1-5).
La fibra de las plantas ha demostrado tener un impacto positivo sobre el control de los diabéticos. Cuando los pacientes diabéticos comen entre 15 y 26 gramos de fibra natural al día, requieren menos insulina o menos dosis de hipoglucemiantes orales y tienen un mejor control de los niveles sanguíneos de azúcar (DJA Jenkins, TMS Wolever, Diabetic diets: high carbohydrate combined with high fiber, Am J Clin Nutr, 33, 1980:1729-1733). Es interesante hacer notar que estos efectos benéficos se maximizan en los pacientes cuya dieta incluye al menos 40 % de carbohidratos complejos.
Los nutrimentos que pueden estar alterados de sus niveles adecuados en la diabetes tipo II son varios, pero sobresalen la vitamina C, la niacinamida, la vitamina B-6, la vitamina E, el magnesio, el potasio, el manganeso, el zinc, los flavonoides, los ácidos grasos esenciales y la carnitina.
Los bioflavonoides son muy útiles como complemento nutricional en los pacientes diabéticos. La razón es que los bioflavonoides promueven la secreción de insulina y son potentes inhibidores de la acumulación de sorbitol. Los efectos bioquímicos nutricionales de los bioflavonoides incluyen un aumento en los niveles de vitamina C dentro de las células, una disminución en la fuga y la ruptura de los vasos sanguíneos pequeños, la prevención de los moretes y un apoyo al sistema inmunológico, todo lo cual beneficia a los pacientes que sufren de diabetes (J Kuhnau, The flavonoids: a class of semi essential food components: their roll in human nutrition, Wld Rev Nutr Diet, 24, 1976:117-191).
En un padecimiento en el que hemos visto que es útil el aminoácido taurina, es en la diabetes, donde la concentración de taurina en el plasma y las plaquetas fue significativamente más baja en un grupo de diabéticos, insulinodependientes, que en individuos sanos. La agregación plaquetaria fue también excesiva en los pacientes, con diabetes. Cuando a estos individuos se les dieron 500 mg. de taurina 3 veces al día durante 90 días, los niveles de taurina y la agregación plaquetaria se pusieron normales.
Estos hallazgos sugieren que los diabéticos insulinodependientes, son deficientes en taurina y que esta deficiencia causa una actividad excesiva de las plaquetas. La hiperactividad de las plaquetas puede contribuir a algunas complicaciones de la diabetes, particularmente la ateroesclerosis y el daño renal. Además, la deficiencia de taurina juega un papel importante en el desarrollo de la cardiomiopatía y la enfermedad retinal, ambas de las cuales, son comunes entre los diabéticos. La complementación con Taurina puede por eso ayudar a prevenir algo del daño orgánico que ocurre en los diabéticos insulinodependientes. La prevalencia de la deficiencia de taurina en los diabéticos no insulinodependientes no se conoce hasta este momento.
Los pacientes que sufren de diabetes tipo II no deben de consumir complementos nutricionales de aceite de pescado ya que muchos estudios clínicos han reportado que estos complementos causan incrementos importantes en el azúcar sanguíneo y una disminución en la secreción de la insulina en estos pacientes.
Está demostrado científicamente en varios estudios clínicos que el ajo tiene una acción disminuidora del azúcar sanguíneo. Se cree que el principio activo llamado óxido de dialil disulfuro es el responsable.
Otro remedio herbolario muy efectivo como coadyuvante en el tratamiento nutricional de la diabetes mellitus tipo II es el famoso Ginkgo biloba. El extracto estandarizado de Ginkgo biloba ha demostrado mejorar el flujo sanguíneo a los tejidos periféricos en los brazos, las piernas y los dedos de las manos y los pies. Este es un efecto importante ya que la insuficiencia vascular periférica es común en los diabéticos. También se ha demostrado que el extracto estandarizado de Ginkgo biloba previene la retinopatía diabética (M Doly, M T Droy-Lefaix, Effect of Ginkgo biloba extract on the electrophysiology of the isolated diabetic rat retina, Recent results in pharmacology and clinic, Springer-Verlag 1988:83-90).
Un programa apropiado de entrenamiento de ejercicio es de vital importancia en el plan de tratamiento de la diabetes. El ejercicio mejora muchos parámetros y se recomienda para ambos tipos de diabetes.
Los diabéticos entrenados físicamente experimentan entre otras cosas, una sensibilidad mejorada a la insulina con una consecuente necesidad disminuida para la insulina exógena, una tolerancia mejorada a la glucosa, triglicéridos y colesterol séricos totales reducidos y un aumento en los niveles de las lipoproteínas de alta densidad (VA Koivisto and RA Defronzo, Exercise in the treatment of type II diabetes, Acta Endocrin suppl 262, 1984:107-111). El ejercicio debe de evitarse durante los períodos de hipoglicemia.
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Objetivos y estrategia terapéutica en la diabetes mellitus tipo 2
En los últimos años hemos conocido información de indudable interés sobre el riesgo de las complicaciones microvasculares y macrovasculares en la DM tipo 2. En este trabajo revisamos los objetivos deseables en el control metabólico de la DM tipo 2 y sus fundamentos, y describimos brevemente la estrategia terapéutica recomendada para alcanzar dichos objetivos, con atención especial a los nuevos antidiabéticos orales (repaglinida y tiazolidindionas).
Diferentes estudios han intentado demostrar la utilidad de un control glucémico riguroso en la prevención de las complicaciones macrovasculares de la DM tipo 2, con resultados contradictorios. El University Group Diabetes Program estudió un amplio grupo de diabéticos tipo 2 durante un periodo de seguimiento medio de 12,5 años, sin que encontrara una reducción en la incidencia de eventos cardiovasculares en el grupo que recibió insulinoterapia intensiva (27). En este estudio los pacientes tratados con fenformina o tolbutamida tuvieron una mortalidad cardiovascular a los 7 años de seguimiento aumentada con respecto a los otros grupos, y este brazo del estudio fue suspendido (28,29). No obstante, esta suspensión ha sido muy criticada ya que la mortalidad cardiovascular no aumentó en todos los centros del estudio, y ocurrió un número insuficiente de eventos cardiovasculares para obtener conclusiones definitivas. El Veterans Affairs Cooperative Study on Glycemic Control and Complications in Type 2 Diabetes estudió 153 varones diabéticos tipo 2 durante un seguimento medio de 27 meses, y tampoco encontró una reducción en la incidencia de eventos cardiovasculares en el grupo que recibió insulinoterapia intensiva, a pesar de que se consiguió una reducción de la HbA1c de 2 puntos, más bien al contrario hubo una tendencia sin alcanzar la significación estadística a una mayor frecuencia de eventos cardiovasculares en los pacientes con una HbA1c más baja (30). Por el contrario, en otro estudio que incluyó 620 diabéticos con infarto agudo de miocardio, la insulinoterapia intensiva se asoció a una reducción de la mortalidad a un año (31). En el UKPDS hubo una tendencia a un menor riesgo de infarto agudo de miocardio en el grupo de tratamiento intensivo, pero sin alcanzar significación estadística (16), aunque debe tenerse en cuenta que no hubo una gran diferencia en la HbA1c entre los grupos de tratamiento intensivo y tratamiento convencional (7% vs. 7,9%). El tratamiento intensivo con metformina sí redujo el riesgo de desarrollar complicaciones macrovasculares en un grupo de diabéticos tipo 2 obesos estudiados en el UKPDS, con una reducción del 39% del riesgo de infarto agudo de miocardio y del 41% del riesgo de ictus (17). A la vista de estos datos, son necesarios estudios adicionales para aclarar definitivamente el papel del control glucémico riguroso de la DM tipo 2 y de los diferentes fármacos disponibles en la prevención de las complicaciones macrovasculares.
Otro estudio australiano de 3.390 participantes varones y mujeres seguidos durante 13 años encontró una asociación entre enfermedad cardiovascular y la concentración de insulina plasmática tras sobrecarga de glucosa en varones entre los 60 y 69 años, pero no en mujeres ni en varones más jóvenes (42,43). En otros estudios epidemiológicos en pacientes diabéticos, la hiperinsulinemia también parece ser un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular (44,45). Los estudios epidemiológicos mencionados proveen cierta evidencia de la asociación entre hiperinsulinemia y enfermedad cardiovascular. Esta asociación podría conllevar que la administración de insulina o fármacos que aumentan la secreción de insulina tuvieran un efecto perjudicial al aumentar el riesgo cardiovascular, hipótesis que sólo puede ser confirmada o rechazada definitivamente con la realización de estudios prospectivos con los diferentes fármacos. Por otro lado, en un estudio reciente la insulinoterapia intensiva en pacientes con DM tipo 2 se asoció a una mejoría del perfil lipídico, pero también a una elevación transitoria del fibrinógeno plasmático, con el consiguiente efecto teórico potencial trombógeno (46).
La Veterans Health Administration (VHA) ha propuesto unas recomendaciones, estableciendo como objetivo terapéutico unos niveles más altos de HbA1c en pacientes mayores de 75 años, pacientes con una corta esperanza de vida, con problemas de cumplimiento del tratamiento y/o con déficits intelectuales (48). La VHA establece el objetivo terapéutico de una HbA1c£ 7% en diabéticos tipo 2 con una esperanza de vida mayor de 15 años en ausencia de complicaciones microvasculares o con una esperanza de vida de más de 10 años en presencia de enfermedad microvascular leve-moderada.
En pacientes con una esperanza de vida de 5-15 años en ausencia de enfermedad microvascular o con una esperanza de vida de 5-10 años con enfermedad microvascular, la VHA recomienda conseguir una HbA1c£ 8%. En diabéticos tipo 2 con una esperanza de vida inferior a los 5 años con o sin enfermedad microvascular, la VHA considera aceptable una HbA1c£ 9%.
Los objetivos terapéuticos siempre deberán individualizarse teniendo en cuenta las características del paciente, especialmente en ancianos en los que el único objetivo del tratamiento puede ser el evitar los síntomas de hiperglucemia y el desarrollo de las complicaciones agudas de la DM.
La ADA recomienda iniciar tratamiento farmacológico en la DM tipo 2 si la glucemia basal es igual o superior a 140 mg/dl, la glucemia postprandial es igual o superior a 160 mg/dl y/o la HbA1c es igual o superior al 8% (47). Probablemente a la vista de los resultados del UKPDS, el tratamiento farmacológico ya debería iniciarse con una HbA1c del 7%, ya que el mantenimiento de valores del 6-7% se asocia a una reducción significativa del riesgo de complicaciones microvasculares (16,17).
El arsenal terapéutico en la DM tipo 2 incluye la educación diabetológica, el tratamiento dietético, el ejercicio físico y el tratamiento farmacológico (55,56). La pérdida de peso reduce la concentración de insulina plasmática y mejora la utilización periférica de glucosa, y junto con el ejercicio físico parece incrementar el número de receptores de insulina (57,58). Los fármacos orales utilizados en el tratamiento de la DM tipo 2 pueden ser estimuladores de la secreción de insulina (sulfonilureas y repaglinida), sensibilizadores a la acción de la insulina con efecto reductor de la producción hepática de glucosa (metformina y tiazolidindionas), y enlentecedores-reductores de la absorción de glucosa (acarbosa y miglitol) (55,56). En pacientes con DM tipo 2 que no consiguen un control metabólico adecuado con dieta y ejercicio físico debería iniciarse generalmente tratamiento con una sulfonilurea o con metformina, si no existen contraindicaciones (55,56). La repaglinida también sería otra opción válida (55,56). En monoterapia, las sulfonilureas, la metformina y la repaglinida tienen una eficacia similar en reducir la glucemia (55,56). Debido a que la metformina favorece la pérdida de peso y mejora el perfil lipídico, es preferible en pacientes con DM tipo 2 obesos y/o con dislipemia (59). En los no obesos se podría iniciar tratamiento indistintamente con sulfonilureas, metformina o repaglinida. Las dosis en general pueden ser incrementadas en un periodo de 4-8 semanas hasta conseguir el objetivo terapéutico o alcanzar la dosis máxima (55,56). Siempre se debe insistir en la dieta y en el ejercicio físico. Dada la alta prevalencia de enfermedad cardiovascular en los diabéticos tipo 2 y el probable aumento del riesgo cardiovascular que condiciona la hiperinsulinemia, parece recomendable diseñar una estrategia terapéutica que minimize la hiperinsulinemia.
Si la monoterapia falla en conseguir el control glucémico deseado, se recomienda asociar un segundo fármaco oral (55,56). Otra opción sería añadir a la monoterapia una dosis de insulina intermedia antes de acostarse. Si la terapia combinada no consigue un control adecuado, existen 3 opciones: a) añadir insulina intermedia antes de acostarse, manteniendo uno o los 2 fármacos orales, b) cambiar a un régimen de insulina en monoterapia, o c) añadir un tercer agente oral (55,56). Muchos autores defienden la ventaja de mantener los fármacos orales al añadir insulinoterapia, ya que ésto permite utilizar una menor dosis de insulina y conlleva un menor grado de hiperinsulinismo y una menor ganancia de peso (60-63).
La repaglinida es un derivado del ácido benzoico, no perteneciente al grupo de las sulfonilureas, que estimula la secreción de insulina, mejorando la regulación de la glucemia prandial (64,65). Tiene una acción insulinotrópica (66), aumenta la secreción de insulina y de somatostatina, pero no causa una indeseable estimulación de la liberación de glucagón (67). Se desconoce si el efecto estimulador de la secreción de insulina de la repaglinida es aditivo al de las sulfonilureas. La repaglinida administrada por vía oral es rápidamente absorbida, inactivada en el hígado, y más del 90% se excreta en la bilis en forma de metabolitos inactivos (68,69). Por su conducta farmacocinética, la repaglinida causa una rápida pero breve liberación de insulina.
Como se ha comentado previamente, la repaglinida utilizada en monoterapia tiene una eficacia similar a las sulfonilureas o a la metformina en reducir la glucemia basal y la HbA1c (55,56,70-73). En diabéticos tipo 2 tratados previamente únicamente con dieta, la repaglinida reduce la glucemia basal en 50-60 mg/dl y la HbA1c en 1,7-1,9 puntos (72,73). La repaglinida no modifica de manera significativa los niveles plasmáticos de lípidos (72,73). El efecto de la repaglinida es aditivo al de la metformina. En diabéticos tipo 2 tratados previamente con metformina con un control metabólico inadecuado, la asociación de repaglinida consiguió reducir la glucemia basal 40 mg/dl y la HbA1c 1,4 puntos, siendo esta asociación superior a la monoterapia con metformina o repaglinida (74).
La repaglinida ha sido comercializada recientemente en España. Las indicaciones de la repaglinida son similares a las de las sulfonilureas. Está indicada en el tratamiento de pacientes con DM tipo 2 en los que la dieta y el ejercico físico no consiguen un control adecuado de la glucemia (55,56). La repaglinida puede utilizarse en alérgicos a sulfamidas, a diferencia de las sulfonilureas. Debido a su farmacocinética, la repaglinida no está contraindicada en pacientes con insuficiencia renal, al contrario que las sulfonilureas. En pacientes con hepatopatía, se recomienda una titulación de la dosis más lenta. La dosis de inicio de la repaglinida es 0,5 mg vía oral, tomada 15 minutos antes de cada comida. En pacientes previamente tratados con otros antidiabéticos orales sin un control adecuado, se puede comenzar con una dosis de 1-2 mg antes de cada comida. La dosis máxima es de 4 mg antes de cada comida en hasta un máximo de 4 comidas al día (16 mg/día). El aumento de la dosis se puede realizar semanalmente. Una dosis de 1 mg de repaglinida tres veces al día produce un 90% del efecto máximo reductor de la glucemia (72). El tratamiento con una dosis de repaglinida antes de cada comida consigue un control glucémico similar independientemente del número de comidas realizadas al día, es bien tolerado, y permite un estilo de vida más flexible a los pacientes diabéticos tipo 2 (75). La hipoglucemia y el aumento de peso son los únicos efectos adversos que se presentan con mayor frecuencia en los pacientes tratados con repaglinida que en los que reciben placebo (76). Probablemente, la repaglinida causa menos hipoglucemias y de menor severidad que las sulfonilureas (70-73). El riesgo de hipoglucemia en los diabéticos tipo 2 tratados con repaglinida que omiten o retrasan una comida parece ser menor que en los tratados con sulfonilureas (77).
Las tiazolidindionas son un nuevo grupo de fármacos orales insulino-sensibilizadores eficaces en el tratamiento de la DM tipo 2 (78). Pertenecen a este grupo la troglitazona, la pioglitazona y la rosiglitazona. La rosiglitazona posiblemente será comercializada en breve en España. El efecto reductor de la glucemia de las tiazolidindionas se debe a la capacidad de estos fármacos de aumentar la sensibilidad a la insulina (78). Las tiazolidindionas mejoran la sensibilidad periférica a la insulina, especialmente en el músculo, y disminuyen la producción hepática de glucosa, sobre todo la gluconeogénesis (78). Igualmente reducen los niveles de insulina plasmática, y aumentan la sensibilidad a la insulina en el tejido adiposo (78).
La troglitazona, la primera tiazolidindiona utilizada en clínica, reduce la glucemia basal 25-45 mg/dl y la HbA1c 0,5-0,9 puntos (79-82). La troglitazona es menos eficaz que las sulfonilureas o la metformina (83). Así por ejemplo, en un estudio en el que 76 pacientes con DM tipo 2 tratados previamente con gliburida cambiaron a tratamiento con 600 mg diarios de troglitazona, tras un seguimiento de 52 semanas, la HbA1c aumentó 0,9 puntos (83). La troglitazona reduce los niveles de los triglicéridos plasmáticos en un 10-20%, y aumenta los niveles de colesterol-HDL en un 5-10% (79-81). Sin embargo, también aumenta los niveles plasmáticos de colesterol-LDL en un 10-15% (79-81). La rosiglitazona y la pioglitazona tienen una eficacia similar a la troglitazona en reducir la glucemia basal y la HbA1c (84-87). La glucemia basal disminuyó 36 mg/dl en un grupo de diabéticos tipo 2 tratados con una dosis única diaria de 8 mg de rosiglitazona (85). La rosiglitazona y la pioglitazona tienen efectos similares a la troglitazona sobre el perfil lipídico (84,86,87).
Las tiazolidindionas pueden mejorar el perfil cardiovascular de los diabéticos tipo 2 (81,88). Algunos estudios han demostrado que las tiazolidindionas disminuyen la presión arterial moderadamente, fundamentalmente la diastólica, así como las resistencias periféricas por un mecanismo vasodilatador, y aumentan el índice cardíaco y el volumen latido (81,88). Por ello, pueden contribuir al control de la hipertensión arterial en pacientes con DM tipo 2 (89). Las tiazolidindionas tienen propiedades anti-oxidantes, al inhibir la oxidación de las LDL, lo que podría impedir o retrasar el desarrollo de aterosclerosis (90).
Las tiazolidindionas estan indicadas en el tratamiento de la DM tipo 2 en aquellos casos en los que la dieta y el ejercico físico no consiguen un buen control metabólico (55,56,78). Se recomiendan especialmente en pacientes obesos por la importancia etiopatogénica de la resistencia a la insulina en este grupo de diabéticos tipo 2 (55,56,78). La asociación de troglitazona con sulfonilureas, metformina o insulina mejora el control metabólico de los pacientes con DM tipo 2 mal controlados con monoterapia (91-93). La asociación de rosiglita zona con sulfonilureas o metformina es igualmente eficaz (94,95).
La hepatotoxicidad es un efecto adverso importante de la troglitazona, por lo que ha sido retirada del mercado en Estados Unidos. El 1,9% de los diabéticos tipo 2 tratados con troglitazona presentan una elevación de las transaminasas al menos 3 veces por encima del límite normal (96), en ocasiones con lesión hepática severa (97).
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